Lo que esconden las impresoras 3D
En los últimos años, Jeffrey Bezos (Amazon), Jeffrey Immelt (General Electric) y Barack
Obama han identificado las impresoras 3D como una nueva revolución
tecnológica, incluso, en concordancia con otras fuentes de información líderes
en el sector, incluido Digital Magazine, The Economist y The New York Times.
Las impresoras 3D nos llevan a una nueva revolución industrial que afectará
dramáticamente a nuestra economía.
A estas alturas la apuesta por la
impresión 3D de los fabricantes está más que justificada (incremento de un 108%
en el 2016). Estoy de acuerdo en que es una revolución, aunque por el momento
silenciosa.
Cuando pensamos en esta tecnología se
nos ocurren algunas aplicaciones, parece que obvias y otras no tanto. ¿Pero
somos conscientes del alcance y las posibilidades? Y sobre todo, en las
consecuencias y de cómo podría afectar al mercado.
En el sector de salud es una realidad. Desde dentistas para la fabricación de
piezas dentales, a otras especialidades con prótesis o incluso órganos.
La moda
se ha apuntado. Ya podemos crear nuestros propios diseños, bajo pedido y de
forma muy fácil. Nike, por ejemplo, ya tiene las primeras zapatillas deportivas
y quizás en la despedida del 2017 veamos a la Pedroche con un nuevo diseño 3D.
Diferentes industrias como la automovilística
o la de aviación ya fabrica sus
propias piezas según sus necesidades, tanto para la cadena de montaje como para
piezas de recambio.
La compañía Boeing fabrica piezas de
las alas del interior de los aviones. Un ejemplo muy claro de la capacidad de
las 3D dado los exigentes niveles de calidad en el sector de la aviación.
Hasta la cocina, tan recurrente en estos tiempos, se ha apuntado a esta
“moda” con postres elaborados con chocolate.
La creación de prototipos es quizá el primer uso que se le ha dado. Para
investigar nuevas formas y materiales, es más fácil crear uno y desecharlo al
momento que embarcarse en diseños sobre papel. Es totalmente práctico.
Los materiales que se pueden utilizar
crecen día a día. Desde plástico o cerámica a metales (que se funden después
con las micro partículas metálicas), chocolate o lo que se nos ocurra.
Podemos clasificar los objetos, en dos
líneas según un estudio “Classification
of Thingiverse”: estándar con
nuevas creaciones (51%) y sustituciones
(12%), y componentes con soluciones
(32%) y recambios (6%).
En muchos casos los objetos se
construyen como si fuera un puzle por lo que podemos ensamblar diferentes
piezas para crear lo que queramos.
Podemos pensar en objetos ad hoc para el cine, teatro o incluso,
quién sabe, si parte de las muñecos (ninots) de las Fallas de Valencia se
crearan con este sistema (lo siento por los maestros falleros).
El tamaño de las impresoras se ha
adaptado a las necesidades de los sectores interesados. Hemos visto 3D gigantes
o caseras y se han abaratado los costes de forma progresiva. No tenemos disculpa
para tener una en casa.
Igualmente, podemos digitalizar con un escáner
de mano un objeto a 3D (mis gafas) y pasarlo por un software para imprimirlo
más tarde. Ya tengo gafas nuevas. Lo de los cristales supongo que también se
podrá solucionar.
Pensemos que en ciertas situaciones no
es posible acceder a un objeto o pieza de recambio. Por ejemplo, en un lugar
aislado o en una estación espacial (la NASA ya lo utiliza en sus estaciones),
si podemos fabricar cualquier pieza. Desde nuestro catálogo/diseño las
posibilidades son infinitas.
Aún no ha llegado al “usuario final” por
lo menos de forma masiva, pero no descarto que podamos tener una como el que
tiene un microondas, para consumo doméstico. Por ejemplo una carcasa para el
móvil, cubilete o una pieza concreta que se nos ha roto y queremos sustituir
(el tornillo o pasador de la pata de la barbacoa, o el tirador de lavaplatos J)
Desde el punto de vista de costes, la
diferencia es muy grande. Los costes que se generan en la venta directa a
través de una tienda, logísticos o humanos, (si compramos la pieza en la
ferretería, por ejemplo), al hecho de imprimirlo en casa o en una empresa son
enormes.
Según el estudio de Rindfeishch & CHO (2015) la
diferencia puede ser de hasta un 50% de
ahorro.
Tenemos la opción de descargar un modelo
en internet por pocos euros, añadimos el coste del material de impresión y, por
afinar, aplicar un porcentaje en el mantenimiento de la 3D.
Ya existe una red compartida de centros
de impresión (https://www.3dhubs.com por ejemplo) en la que uno puede seleccionar el objeto dentro
de un catálogo o diseñarlo uno mismo y buscar cerca de su casa el punto de
impresión, que no es otra cosa que un usuario que ofrece su 3D a un coste por
impresión (os suena). Además existe lo que se llama reputación del impresor, trabajos realizados y todo lo que acompaña
a las redes sociales.
Disponemos de un gran mercado en paralelo que
es el que alimenta las 3D. Son las bases de datos (https://www.thingiverse.com por ejemplo) donde podemos encontrar cualquier diseño (igual
que lo hacemos cuando descargamos música) o buscar el proveedor (por ejemplo el
tirador del lavaplatos o en el caso de Nokia su diseño de Lumia). En lo que se
viene denominando en Marketing Digital, PWYW (Pay What You Want).
Hasta la fecha son las empresas de
logística las que transportan parte de estos objetos. Esta disrupción, ¿cómo
afectará a estos modelos de negocio?.
Esta es una revolución latente. Y va mucho
más allá de lo que podamos imaginar, en cualquier momento la demanda empezará a
crecer y será imparable.
Las 3D esconden cambios de paradigma en
los tradicionales modelos de negocio, además de ser generadores de otros
nuevos.
Tenemos que estar preparados.
Enlaces de interés.